
He asistido a un par de Funerales; algunos han sido silenciosos, los mas han sido bulliciosos, uno que otro hasta solemne y, especialmente uno, apoteósico.
En todos, los deudos expresaban homenaje al difunto, de la forma en que a cada cual le resultaba mas natural: Discursos, oraciones, recuerdos, silencio; en fín, cada cual demostró ante los otros el respeto al querido cadaver que reposaba entre nosotros.
¿Es la longitud del cortejo la última evaluación a la que nos vemos enfrentado?
Es como si el éxito de nuestra vida se redujera a la cantidad de ejes puestos tras tu ataúd.
Esta noche, levantaré mi copa en honor de ese ilustre desconocido, que cruzó mi calle, sólo acompañado de su propio fantasma.
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