viernes, marzo 14, 2008

Miguel

Hay artículos que quieres escribir y otros que simplemente tienes que escribir; este es uno de los últimos.
Hace un par de semanas fui testigo de la agonía de un milagro; por razones que no quiero comentar tuve que pasar un par de jornadas en la Unidad de Tratamientos Intensivos del ala de Pediatría de un hospital de Santiago. A la tristeza perenne de estos establecimientos, se sumó un permanente esfuerzo de rescatar esperanzas, promovido tácitamente entre pacientes y familiares, y de los cuales fui parte dando apoyo y recibiendolo de un grupo de ilustres desconocidos.
El caso mas dramático en ese conjunto de dramas era el de Miguel, un niño que estaba llegando al término de su vida, después de tan sólo 12 años.
"Terminal" era el adjetivo que le prodigaba el personal de la sala; él diagnóstico pudo haber sido algo así como "Malformaciones Congénicas Múltiples" o, simplemente, nació incompleto; una serie de marcas en su exterior hacía adivinar el penoso estado de las entrañas del pequeño.
Sin ahondar en la enfermedad, necesito destacar el prodigioso amor profesado por sus padres, ancianos, a su querido enfermo. Si la fe es capaz de mover montañas, el amor es capaz de construirlas desde sus cimientos.
Adivino que los problemas de Miguel fueron detectados por sus padres, durante su estancia en el útero; era tal el grado de excentricidades que la naturaleza regaló a Miguel que los médicos debieron saberlo, debieron hacerlo, tuvieron que hacerlo.
Tengo la idea que fue el amor de esos padres lo que hizo posible que Miguel conociera la luz del día.
Para el lego tal cantidad de amor es inimaginable, para el padre es dolorosamente posible.
Ya dije que nació incompleto.
Pero nació
Yo lo ví en su agonía ...
Ha sido tan gigantesco el impacto, que me mantengo conmovido; elevando plegarias para que Miguel haya encontrado por fín la paz que su cuerpo no le supo dar, y ruego que me sea concedida la capacidad de amar que fue capaz de crear una vida y de mantenerla hasta ese par de segundos en que se me permitió ser testigo de ese milagro que, no olviden se llama .... Miguel

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